Cinco años antes de recibir el Nobel, el escritor Mario Vargas Llosa recibió el Doctorado Honoris Causa de la UASLP, otorgado por acuerdo de Consejo Directivo Universitario.
En la ceremonia, realizada en diciembre de 2005 en el auditorio Rafael Nieto del Edificio Central, Vargas Llosa sentenció que la literatura forma ciudadanos críticos y “quienes no leen, o leen solo mala literatura, difícilmente hablan bien”
El entonces rector, Mario García Valdés, estuvo acompañado en el presidum por el gobernador, Marcelo de los Santos Fraga.
El discurso del gigante de las letras fallecido a los 89 años, se centró en la necesidad de la buena literatura como base del dominio del lenguaje, el desarrollo del pensamiento y la formación de ciudadanos menos vulnerables a la manipulación.
Aquí el discurso completo de agradecimiento a la UASLP:
No necesito decirles lo agradecido que estoy por este generoso reconocimiento que la Universidad de San Luis Potosí me brinda esta noche.
La verdad que cuando comencé a escribir, hace ya muchos años, en la época en que José Miguel Oviedo y yo éramos todavía estudiantes, compañeros del mismo colegio, del mismo año y hasta de la misma carpeta, no imaginé nunca que esta hermosa, aunque difícil vocación, la literatura, me daría tantas satisfacciones a lo largo de la vida.
Escribir como seguramente, ustedes saben, es una actividad solitaria que se hace en privado, en un retiro donde se refugia el escritor, con sus fantasías, con sus demonios, con las imágenes de su memoria y con su imaginación, para emprender la tentativa imposible de, con el débil material de las palabras, construir una realidad alternativa, a esa realidad en que nacemos, vivimos y morimos los seres humanos.
Creo que todos los escritores vivimos siempre a lo largo de nuestra vida, con la curiosidad de saber qué ocurre cuando aquellas fantasías convertidas en obras literarias llegan a un público.
De qué manera reaccionan los lectores, con entusiasmo, con pasión, indiferencia o con hostilidad y cuánto dura en su memoria aquello en lo que nosotros hemos trabajado semanas, meses, y a veces varios años.
Ceremonias como las que he vivido esta noche, son un signo estimulante en que, aquel tiempo dedicado a fantasear historias, no es del todo inútil; que esas ficciones han llegado a ciertos espíritus y que las han adoptado, porque algún beneficio han sentido que les traían.
Señor rector, en su amable intervención, ha citado un texto mío y luego ha reflexionado sobre la función de la literatura; me gustaría añadir algunos comentarios a ese tema que por supuesto, para cualquier escritor, es esencial.
Existe la idea muy extendida de que la literatura es diversión, un entretenimiento, desde luego, elevado, noble, pero al fin y al cabo, nada más que diversión.
Desde luego que la literatura es una forma extraordinaria de entretenimiento, yo creo que una buena novela, un hermoso drama, un profundo poema, nos produce una extraordinaria fascinación, algo que nos hipnotiza, nos seduce, y luego convertido en imágenes de la memoria, nos acompaña largamente.
Si la literatura no es también diversión, ella no es nada, pero no es solo diversión, la literatura tiene efectos extraordinariamente benéficos en múltiples campos de la experiencia humana:
La primera, el lenguaje, con el que nos comunicamos y pensamos. Nada enseña tanto a conocer y dominar como la buena literatura.
Quienes no leen, o leen solo mala literatura, difícilmente hablan bien. La riqueza de un vocabulario, la precisión en la elección de las palabras, la elegancia a la hora de expresarse, es algo que solo la frecuentación constante de los buenos libros que se han escrito en nuestro idioma, nos dan.
Y hablar bien y dominar un lenguaje significa también pensar bien. Pensamos a través del lenguaje en el que estamos inmersos. Pensamos a través de las palabras que dan un significado, un sentido y una orientación a nuestras experiencias.
También por eso es importante, es fundamental, es imprescindible leer buena literatura, pero además, en el mundo en que vivimos, un mundo que está signado por la especialización, es decir por la diversificación continua de los conocimientos, ya que esta es la única manera de profundizar en ellos, van quedando cada vez menos denominadores comunes que permiten, no solo la comunicación, sino también el sentimiento de la solidaridad entre los seres humanos.
Cada vez más asistimos a un espectáculo deprimente, más gente sabe más intensamente de algo más reducido y más pequeño, y cada vez sabe menos de ese conocimiento general que es el que funda la solidaridad y la comunicación humana.
Una de las pocas actividades que todavía significan un denominador común y establecen un territorio de acercamiento y entendimiento entre los seres humanos de distintas disciplinas, profesiones y vocaciones, es la literatura.
La verdadera literatura no se escribe para especialistas, la verdadera literatura se escribe para todos, para el lector común. La literatura va siendo una de las pocas actividades creativas humanas que constituye ese fondo común de la especie que nos hace sentir a todos hombres, mujeres de distintas civilizaciones, lenguas y culturas, una comunidad, una fraternidad.
Una sociedad impregnada de buena literatura, es una sociedad que difícilmente puede ser manipulada y domesticada por los poderes de esta tierra, una ciudadanía consciente de sus deberes, de sus derechos y de las limitaciones del poder; de todo poder, para satisfacer profundamente las aspiraciones y los anhelos de los seres humanos.
Termino como empecé, agradeciendo a la UASLP por esta muy generosa distinción, a mi viejo amigo y compañero, José Miguel Oviedo por sus palabras de amistad y haciendo el firme voto a los profesores, a los jurados de la UASLP que me consideraron digno de entregarme este doctorado Honoris Causa, de que haré todo cuanto esté a mi alcance para no defraudarlos.