Fotos: entrelineas.online y Laila Iga
“Cerramos a las nueve. ¡Cuídese mucho!”, dijo el encargado de un estacionamiento ubicado en el Centro Histórico. Su comentario fue quizá por amabilidad, tal vez a manera de solidaridad o porque vio la playera morada e intuyó que la visita al primer cuadro de la ciudad era para participar en la marcha por el #8M.
Poco antes de las cuatro de la tarde, las calles y espacios públicos lucían con poca gente; la calma en sitios como la Plaza de Armas y Fundadores contrastaba con el entusiasmo y la prisa con la que niñas, jóvenes y adultas se enfilaban hacia el oriente de la capital potosina.
Ya en la Plaza del Carmen, las flores de las jacarandas parecían dar un adelanto de aquella marea morada que se formó en la Alameda Juan Sarabia, donde miles de mujeres se reunieron para dar inicio a la movilización.
Poco a poco se fueron formando los contingentes. Familiares de las que hoy ya no están se colocaron en primer lugar, y a ellos les siguieron las madres buscadoras, danzantes, sahumadoras, cuidadoras, madres, maestras, adultas mayores, personas con discapacidad, estudiantes y todas aquellas mujeres que decidieron sumarse a un mismo grito: “¡Justicia!”
Poco a poco avanzaron por 20 de Noviembre hacia la avenida Reforma. En pancartas de incontables tamaños y diseños, las manifestantes plasmaron todo tipo de mensajes y reclamos, muchos de los cuales podrían resumirse en tan solo una palabra: Respeto.
“Es delito ser mujer y tener talento”, “Somos las maestras de las niñas que no tocarás”, “Harta de avisar que llegué viva”, “¡Las niñas no se tocan!”, “Soy foránea y mis papás me esperan”, “Dile a tu hijo que no viole, no a tu hija que tenga cuidado”, “Quiero que toda niña sepa que su voz puede cambiar al mundo”, “Ni maldita ni lisiada, las mujeres con discapacidad existimos y resistimos”, “Las mujeres trabajadores sostienen al mundo”, “Mujeres en un país donde duele serlo”, “Por las que salieron a estudiar y no volvieron para graduarse” y “Menos machitos, más michitos” fueron tan solo algunos de los miles de mensajes presentes en la marcha feminista.
El sol acompañó al contingente a lo largo de todo el trayecto, pero lejos de desanimar a las mujeres que tomaron las calles de la ciudad, pareció inyectarles más entusiasmo para gritar en contra de quienes violan sus derechos.
Y mientras edificios como el Palacio de Gobierno fueron blindados con tablas y vallas metálicas, en Eje Vial varias mujeres se detuvieron en una tienda que tenía pegadas dos cartulinas en las que se leía: “Agüitas gratis” y “Mamá se fue a marchar, yo me quedé a dar agüitas”, junto con un perro dibujado. En la puerta del local, un Schnauzer negro recibía a quienes deseaban tomar una botellita para hidratarse.
Muchas niñas y niños gritaban a todo pulmón el inicio de una consigna, que era completada por sus madres, abuelas o tías. La mayoría acudió en grupo, aunque también hubo quienes asistieron solas, pero no tardaron mucho en encontrar cobijo con otras integrantes del contingente. Algunas más caminaron acompañadas por sus mascotas, muchas de ellas con paliacates morados.
En la Fiscalía General del Estado, como en muchos otros instante del trayecto, las organizadoras levantaron el puño para indicar que era momento de guardar silencio. Poco a poco la instrucción se extendía hasta el final de la columna humana y todas callaban, hasta que de nueva cuenta resurgía el grito de “¡Justicia!”
Frente a la Fiscalía, familiares de las víctimas de feminicidio reclamaron las omisiones de las autoridades, y mientras los reproches avanzaban, otras mujeres plasmaban pintas en la reja del recinto gubernamental y pegaban letreros para denunciar a violentadores, además de lanzar huevos y piedras a los muros y vidrios del inmueble, varios de los cuales terminaron rotos.
Tras el paso del contingente por calles como Los Bravo, Morelos, Iturbide y Zaragoza, quedaron en las paredes consignas como “No es no”, “Violador” y “Cerdos”. El despacho del notario Eduardo Martínez Benavente fue previamente cubierto con plástico y frases de solidaridad hacia las mujeres, y en varios locales, entre ellos una óptica, una mueblería y una tienda de manualidades, el personal que no se pudo sumar a la marcha por coincidir con sus horarios laborales, se paró en la entrada de sus respectivos centros de trabajo portando playeras con mensajes de respaldo, lo que fue aplaudido por quienes caminaban hacia la Plaza de Armas.
Ya en Palacio de Gobierno, después de pasar por el memorial para las mujeres víctimas de feminicidio, algunas siguieron su trayecto hasta el Edificio Central, mientras que gran parte del contingente se detuvo a ver las acciones del bloque negro en la sede del Ejecutivo.
Con un señalamiento vial, las mujeres golpearon las tablas con las que se protegieron los ventanales del recinto; los vidrios de los faroles terminaron en el piso y en las paredes de cantera quedaron consignas de reclamo, sobre todo contra algunos funcionarios estatales. Además intentaron prender fuego a las protecciones, pero las llamas se extinguían con rapidez.
Desde el interior de Palacio de Gobierno, trabajadores lanzaron agua y algunas bombas de humo que por momentos provocaron pánico, pensando que se trataba de gas lacrimógeno. Algunas jóvenes recibieron auxilio de un par de paramédicas, por afectaciones leves en la vista.
En medio de la euforia, varias personas se sumaron para derribar las vallas que protegían la fachada del Palacio de Gobierno; entre esas personas había varios hombres -algunos con pinta de “orejas” de Gobierno- que más que solidaridad, lo que mostraron fue gusto por el chisme y el alboroto.
La parada final fue la Plaza de Fundadores, donde muchas optaron por quedarse en la plancha de concreto, dialogando sobre lo sucedido durante las más de dos horas que duró la movilización. Otras, aún con sus moños morados en el cabello, prefirieron ir a una tienda cercana para comprar una bebida hidratante.
Y mientras eso ocurría en los alrededores del restaurante La Parroquia, en el extremo norte de la plaza se registraba un enfrentamiento entre feligreses que decidieron proteger el templo de La Compañía y activistas que querían plasmar consignas en la fachada.
A quienes resguardaban el inmueble religioso les llovió agua, pintura e insultos, que solo cesaron cuando se ordenó a todas las personas agacharse y guardar silencio, pues había cuatro menores de edad perdidos, quienes finalmente fueron localizados. “Así se cuida a los niños”, gritaron algunas mujeres a las personas que resguardaban la iglesia.
En el Edificio Central, a diferencia de Palacio de Gobierno, no hubo una valla metálica, aunque sí se colocaron protecciones en las ventanas, y mientras el bloque negro intervenía el inmueble, se hacía la advertencia a quienes atestiguaban lo que ocurría, que estaba prohibido grabar o tomar fotos.
Cuando las activistas lograron prender fuego en la entrada principal, muchas lo celebraron, otras no tanto, pues se inclinaban más por una protesta pacífica, pero en medio de esa división de opiniones, quienes no tuvieron tiempo para pensar de más y optaron por actuar fueron las bomberas que se encargaron de sofocar el fuego en el recinto universitario.
Poco a poco, las miles de mujeres comenzaron a dispersarse, con la satisfacción de haber levantado una vez más la voz por las que están, por las que vienen y por las que no lograron llegar con vida al #8M del 2025. Y sí, queda pendiente la esperanza de que haya un día en el que escuchar un “¡Cuídese mucho!” salga sobrando, porque será innecesario, porque en nuestra ciudad ya no será un riesgo ser mujer.