De las 20 reformas que anunció la presidente Claudia Sheinbaum, conocido el estilo de “reformar” de la 4T, la única que puede suscitar alguna esperanza es la que promete erradicar el nepotismo en el sector público, aunque a un amplio público le provocó risa.
Las reformas de la 4T tienen el principio y el efecto de los remedios míticos de las abuelas: se basan más en sus propias opiniones que en datos y son brutales, lo que no quiere decir que sean efectivos. Como las tomas de aceite de ricino, célebre en la primera mitad del siglo pasado como un laxante para la constipación intestinal por la manera de sacar de triperío del paciente lo que hubiera. Los radiólogos lo amaban como solución para radiografías impecables de los intestinos.
Este 2025 una de las reformas del régimen probará su poder abrasivo sobre las instituciones y la vida democrática del país, con la elección de jueces, magistrados y ministros. Un borlote caro, tramposo y populista que dicho sea de paso, no va a mejorar nada, pero nada, del sistema de justicia. Al tiempo. Y al costo de los ciudadanos, como siempre.
La reforma antinepotismo prometida por Sheinbaum llega muy muy tarde. Por eso las burlas. Y ahí están de muestra las celebridades con apellidos ilustres de la 4T: las hermanitas Luisa María y Bertha Alcalde, los hermanos Monreal, las hermanas Rosa Icela y Rita Ozalia Rodríguez Velázquez, los hermanos Martí y Lenia Batres y, desde luego, los muy robustos y poderosos “nepobabies” López Beltrán, hijos del ex presidente Andrés Manuel Lóez Obrador.
Cierto que los morenistas no inventaron el nepotismo, ni éste es un mal nuevo de nuestra política. Nepotismo lo ha habido siempre, pero no tan descarado, abierto, ramplón y chocante, esto último por la muy supuesta “superioridad moral” que dicen tener Morena, su creador López y la 4T completa. Apenas consiguieron el poder, han hecho de todo para legárselo a su prole, apropiárselo como patrimonio familiar y testarlo a sus descendientes. Populismo dinástico.
Las reformas de Sheinbaum ni son esperanzadoras ni marcarán el rumbo del país. Lo que sí marcará los actos de Sheinbaum en 2025 será el regreso del republicano Donald Trump al gobierno de Estados Unidos. Si en su primer mandato se llevó bien con López Obrador fue porque obtuvo del gobierno mexicano todo lo que quiso: reforzamiento de los controles sobre migrantes, renegociación del tratado de libre comercio y aumentos a los salarios. Ahora amenaza de nuevo por la falta de controles migratorios, y la laxa regulación a los productos y manufacturas chinas que se benefician del acuerdo comercial con EU y Canadá para devorar el mercado. Mientras nos receta sus reformas como distractores, Sheinbaum estará muy ocupada haciendo de agente migratorio del gobierno trumpista.
La reforma contra el nepotismo no será igual de radical que la judicial, la del Infonavit y otras. No. Será pura decoración. Nada más.