Ni a crítica destructiva llegan. Pero ahí están, con la protección que les dan los nicknames y el anonimato de los perfiles, porque de otra forma no se atreven. El mundo está harto de perfilitos falsos de Facebook para deturpar y lanzar todo el lodo que los autores de este tipo de contenidos basura son capaces de crear.
No critican, la crítica es una observación sobre una realidad que se encuentra fallida, no una mentira roma, una payasada o una fantasía visceral, a veces igual de apestosa y flatulenta que su atrabancado triperío.
Persiguen la destrucción del rival como persona, masacrar la dignidad sin el más mínimo fundamento. Aparecen como forma frecuente del combate de ideas que no tienen la capacidad ni los pantalones de enfrentar.
Son un mal global. El mundo está harto de estos generadores de lodo y miseria pero no faltan a ninguna oportunidad para salir. El reciente proceso de elección de rector de la UASLP motivó a varios creadores de estos perfiles, algunos con ínfulas justicieras y de dignidad, risibles por el material de saldo de sus peroratas. Todavía después de la elección, uno de estos perfiles-basura, denominado “Autonomía UASLP”, convocó a una severa marcha en contra “de la reelección” del rector Alejandro Zermeño Guerra.
El perfil citó en el jardín de Tequis a los inconformes con lo que llamó la reelección “del tirano” (un exceso cursilón), a las 5:30 de la tarde, para llegar al Edificio Central a la hora del informe de Zermeño, o de su toma de protesta.
Una revisión a los entusiastas seguidores del perfil y los comentarios mostraba las hilachas: un ex director de la Facultad de Comercio; un “junior” inempleable que recaló en la tienda universitaria más como un acto compasivo que por talento; un proveedor de bienes de la UASLP; una exdocente que por alguna razón ha hecho de su cómoda etapa de jubilada universitaria una destilería de amargura y otros personajes más coincidentes en Face.
Algunos seguidores sólo están de visores morbosos, otros más sÍ se involucraron en la iniciativa por la marcha. Ahí se comprometieron varios a participar, uno de ellos, el excandidato a rector Pablo Nava, con el sólido respaldo moral de sus cero votos obtenidos en la sesión electiva.
Llegó el día de la cita, 30 de abril, y pasaron de las cinco. Nadie en esa tarde calurosa con ánimo de marchar. Apareció Pablo Nava, con un sombrero para defender su cabeza del sol. El hombre se paseó en solitario por el jardín sin hallar un solo interesado en caminar con él por el arroyo vial de Carranza hasta Fundadores. Gente había, ocupada en disfrutar un vaso de agua fresca, un esquite o una paleta. Jóvenes en patines o patineta. Acaloradas señoras tomando el fresco antes del rosario de las seis.
Nada. Humo. Una bravata encaminadora de almas ingenuas, como el señor Pablo Nava, crédulo el hombre. Las burlas estuvieron a la orden y por lo menos se reconoció al arquitecto el valor de acudir a la destornillada cita, él sí.
El imperio de la toxicidad continuará con este tipo de perfiles digitales, que existirán como existen inevitablemente las cucarachas. Todos los días aparecen nuevos, en una competencia por ver cuál es el más mentiroso, el más pestilente o el más nauseabundo. La impotencia en muchas personas toma caminos así y lo más sano es rogar porque encuentren una vida o de milagro les brote una neurona sana.
Son la versión moderna del enano del tapanco, un personaje popular ficticio al que se alude cuando aparece un bocón envalentonado y amenaza desde un escondite, con voz estentórea, pero no sale nunca porque el tamaño no le da para cumplir sus amenazas.
Cualquier día alguien se fastidia y los saca del escondrijo desde donde gritan amenazas e improperios. La voz poderosa se volverá gimoteo de soprano ligera y agitarán brazos y piernas rogando que los bajen al piso.
Esas es otra: además de tóxicos, chillones.