Por décadas las familias de mayor fortuna en San Luis fueron bien priistas. O se acomodaban y apoyaban a los gobiernos priistas porque “le daban estabilidad” al capital.
Fueron fieles con los gobiernos del hegemónico PRI porque con los priistas se construyeron sus gruesos patrimonios como proveedores de gobiernos, beneficiarios de concesiones, facilidades extralegales e informaciones privilegiadas.
Cuando la economía se les salió de control a los priistas y el país iba de crisis en crisis, la tendencia política de los empresarios se movió al PAN, en San Luis y en el norte y Bajío del país.
Como todos los populistas, el régimen morenista abrió oportunidades para “nuevos” empresarios y para los que ya estaban bien capitalizados pero dispuestos a cambiar de color. El capitalismo de cuates a la mexicana no se destruye, sólo se muda la chaqueta.
Como Morena en San Luis no gobierna y no tiene el gobierno, ahora ese color pinta las aspiraciones políticas de una parte de la clase empresarial colaboracionista con el gobierno Verde. Y el partido franquicia del gobernador Gallardo lo aprovecha muy bien para la competencia electoral en distritos que no le favorecen, como el octavo local, antes séptimo, en el que impulsó como candidata a Maribel Torres, heredera del ex gobernador priista y empresario Teófilo Torres Corzo.
Y no se diga la candidatura del Verde al sexto federal del bisoño junior Juan Carlos Valladares, exsecretario de Desarrollo Económico y cara decente del gobierno de Gallardo. Fortunas que ninguna necesidad tienen de exponerse a los coleaderos de la política. Alguna carencia emocional les resolverá, confiados en el peso social de sus apellidos.
Como en la película de Luis Buñuel, “El discreto encanto de la burguesía”, la alternancia entre lo real y lo imaginado produce giros inesperados en la trama surrealista. El mundo de esa película de ricos sentados a un banquete no es lógico, con acontecimientos extraños, locos, imposibles o contradictorios de sus personajes. El mundo de la política en San Luis con ricos a la mesa también es surreal.